Por Eduardo Quintana (*)
Gracias por acompañarnos hoy, en este lugar que no podía ser más simbólico: el Museo del Barro, un espacio donde conviven muchas voces, miradas y memorias del Paraguay. No hay mejor escenario para celebrar el primer año de MUPA: Voces de Museos y Patrimonios.
Un año parece poco, pero en el mundo de la cultura, cuando uno logra sostener un proyecto, construir una voz y una comunidad, ese año vale como una era entera.
Hoy no vengo tanto a hacer una reflexión teórica, sino a compartir algunos apuntes, observaciones sueltas —aunque no tanto— sobre lo que significa comunicar para preservar.
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La contemporaneidad del archivo
Nuestra tarea en MUPA tiene algo de metacomunicación: hablamos sobre los que hablan, contamos a quienes cuentan, difundimos a quienes conservan.
Pero comunicar no es solo reproducir información. Comunicar, en este campo, es un acto de preservación. Cada nota, cada entrevista, cada artículo, es una forma de conservar memoria, de hacer visible lo invisible, de cuidar el tiempo.
Cuando contamos la historia de un museo o analizamos su colección, no solo divulgamos conocimiento: creamos una huella digital del patrimonio, una forma contemporánea de archivo. Y lo hacemos desde Asunción.
Eso es lo que queremos seguir haciendo: comunicar para que las cosas permanezcan. No para encerrarlas en vitrinas, sino para darles vida en la conversación pública.
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Los museos tienen mucho que decir
Los museos —y esto hay que repetirlo con fuerza— tienen mucho que decir. Son el retrato vivo de nuestra cultura, de nuestro arte, de nuestra historia, de nuestra ciencia, de nuestra antropología, y —sí— incluso de nuestra política. Porque cada museo, cada colección, cuenta no solo lo que se guarda, sino quién lo guarda, por qué y para quién.
Y ahí está el punto: hay que encargarse de ellos, hay que cuidarlos. No solo con discursos, sino con gestión, con recursos, con conocimiento.
Muchos museos paraguayos todavía enfrentan problemas de financiación, pero ese no es el único desafío. Tenemos otro igual de urgente: la profesionalización. La Asociación Paraguaya de Museólogos y Trabajadores de los Museos (AMUS) hace un gran trabajo con su propuesta del diplomado en museología y de los talleres que ofrece.
Pero necesitamos más museólogas, más museólogos, más curadores, más investigadores —y sobre todo, investigadores serios. No esos que revisan la literatura y creen que están descubriendo la rueda y la pólvora al mismo tiempo —y no lo quieren compartir. Y si lo comparten, creen que la sociedad les debe pleitesía y aceptación acrítica. No. Necesitamos pensamiento crítico, pero también rigor, humildad y trabajo sostenido.
Porque el conocimiento también se crea en comunidad. No existe la ciencia aislada. Así como no existen los museos islas. No podemos hacer museología al costado de la sociedad, sino con y en la sociedad.
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Un año de MUPA
En este primer año, MUPA se propuso justamente eso: mirar y escuchar. No solo publicar por publicar, sino mirar con atención, escuchar con respeto y narrar con contexto.
Publicamos artículos sobre el acervo de nuestros museos, sobre la Noche de los Museos, Los Museos se Muestran, el Congreso de Museología, la Asamblea de la UNESCO sobre patrimonio cultural y hasta la reunión de ICOFOM LAC en Asunción.
Contamos historias sobre cierres de museos, sobre la arquitectura de Asunción, sobre monumentos en plazas, sobre polémicas como la Casa de la Independencia o el cierre de La Chispa. Nos metimos en temas que no siempre se consideran patrimonio: los cementerios, las ruinas urbanas, los espacios olvidados, porque también allí hay memoria.
En todo este recorrido, lo que hicimos fue dar palabra y visibilidad. A museos grandes, pequeños, municipales, comunitarios, privados, artísticos, científicos, religiosos. A todos los que guardan algo del alma de este país.
También nos embarcamos con dos podcasts: uno del Museo Eclesiástico Monseñor Juan Sinforiano Bogarín y otro del Museo Mitológico Ramón Elías de Capiatá.

Lo aprendido
Después de un año intenso, lleno de trabajo, de lecturas, de entrevistas y de viajes, aprendimos muchas cosas. Pero si tuviera que resumirlas, diría dos:
Primero, que hay demasiado por contar.
Y segundo, que nadie mejor que nosotros para hacerlo.
No porque seamos museólogos y periodistas, sino porque nuestras vidas también transcurren en los espacios museísticos.
MUPA no nació para competir con nadie, sino para tejer una red de voces, para conectar mundos que a veces ni se miran: el museo con la comunidad, el arte con la ciencia, la historia con el presente.
Aprendimos también que el patrimonio no es solo lo antiguo. Es también lo que hacemos hoy, lo que comunicamos, lo que decidimos preservar en nuestra memoria colectiva.
Y que no hay preservación sin comunicación. Un patrimonio que no se cuenta, desaparece.

Contar para preservar
Por eso, hoy celebramos no solo un aniversario, sino una responsabilidad: la de seguir contando, pero también la de seguir aprendiendo a contar mejor.
Contar con más precisión, con más profundidad, con más sensibilidad. Contar lo que otros callan. Contar lo que otros ya dieron por perdido.
Y hacerlo desde Paraguay, desde nuestro lugar, con nuestros acentos, con nuestras contradicciones, con nuestra historia viva.
Porque el patrimonio no está solo en los museos: está en los barrios, en los templos, en los mercados municipales, en los archivos, en las cocinas, en las plazas, en la gente. Y mientras sigamos hablando de eso, seguirá existiendo.
Gracias al Museo del Barro por recibirnos. Muchas gracias a todo el equipo de MUPA —a Mercedes, Javier y Natasha especialmente—, a los colaboradores Mayra, Santiago, Fernandito, Sara y Zaida; a los museos que confían en nosotros, y a ustedes, que son parte de este relato.
Sigamos comunicando. Sigamos preservando. Sigamos haciendo que el patrimonio se escuche.

(*) Presentación en el primer aniversario de MUPA, en el Centro de Artes Visuales / Museo del Barro.
