Cuando la ciencia y la ciudad revelan las grietas del apartheid en Sudáfrica

Cuando la ciencia y la ciudad revelan las grietas del apartheid en Sudáfrica

Por Eduardo Quintana


El Museo Ditsong de Historia Cultural de Sudáfrica, en Pretoria, propone un cruce poco cómodo pero necesario entre ciencia, historia urbana y memoria social. A través de exposiciones como Poisoned Pasts. Legacies of the South African Chemical and Biological Warfare Programme y Marabastad, el museo funciona a la vez como espacio de denuncia, archivo crítico y testimonio vivo de las contradicciones que marcaron, y siguen marcando, a la sociedad sudafricana. 

No se trata solo de recordar, sino de interpelar: ¿puede la ciencia ser neutral?, ¿qué ocurre cuando una ciudad decide borrar partes de su propia historia?

El pasado envenenado

Poisoned Pasts es una exposición itinerante dedicada a explorar el legado del programa sudafricano de guerra química y biológica, conocido como Project Coast. La muestra fue presentada originalmente en la Nelson Mandela Foundation de Johannesburgo entre octubre de 2016 y marzo de 2017, y luego recorrió distintos espacios, entre ellos el Steve Biko Centre en King William’s Town. En la actualidad, forma parte de las exposiciones del Museo Ditsong de Historia Cultural, integrado a la red DITSONG: Museums of South Africa.

Curada por Kathryn Smith, Chandré Gould y Brian Rappert, la exhibición aborda un capítulo particularmente oscuro del régimen del apartheid. Project Coast fue desarrollado en las décadas de 1980 y 1990 como un programa secreto que, bajo el discurso de la defensa nacional, investigó y produjo armas químicas y biológicas.

La muestra está actualmente en el Museo Ditsong de Historia Cultural. (Foto de Eduardo Quintana - MUPA)

Lejos de limitarse a un uso disuasivo, el proyecto incluyó el desarrollo de toxinas, agentes letales y métodos encubiertos para eliminar opositores políticos, miembros de movimientos de liberación y activistas, incluso mediante sustancias disimuladas en objetos cotidianos.

La muestra combina documentos de archivo, testimonios, reconstrucciones y material visual para evitar una narrativa cerrada. En lugar de ofrecer respuestas definitivas, invita a las personas visitantes a adoptar un rol activo, casi investigativo, y a confrontar los silencios de los relatos oficiales. En ese gesto, el museo cuestiona la idea de una ciencia desligada del contexto político y social.

¿Quiénes fueron afectados?

Una de las secciones más contundentes de Poisoned Pasts es “Who was affected”. Allí se reconoce que no existe un registro completo de víctimas: décadas de secretismo estatal, destrucción de documentos y omisiones deliberadas impiden reconstruir plenamente el daño causado. Sin embargo, la exposición deja en claro que el impacto fue real y duradero.

Se documentan asesinatos por envenenamiento, intentos de asesinato, exposiciones a agentes tóxicos y enfermedades inducidas. Las personas afectadas incluyeron militantes de movimientos de liberación, activistas y comunidades enteras que quedaron expuestas a prácticas encubiertas del Estado. La muestra enfatiza, además, una pregunta incómoda: quiénes quedan fuera de la memoria oficial cuando los archivos callan y los testimonios no fueron registrados.

La exposición evidencia muchos documentos oficiales. (Foto de Eduardo Quintana - MUPA)
Los usos duales de la ciencia

Otra sección central, “Science’s Dual Uses”, profundiza en la ambigüedad ética de la investigación científica. El caso de Project Coast evidencia cómo laboratorios, médicos, químicos y redes profesionales consideradas legítimas fueron movilizadas para fines militares clandestinos. El mismo conocimiento que puede servir para proteger la salud o desarrollar defensas también fue utilizado para diseñar toxinas y mecanismos de administración letal.

La exposición no plantea estas cuestiones como un problema del pasado exclusivamente. Por el contrario, interpela al presente: ¿dónde termina el uso legítimo de la ciencia y dónde comienza su aplicación dañina?, ¿cómo se controla el potencial destructivo del conocimiento?, ¿qué responsabilidades tienen las comunidades científicas frente al poder político? En este sentido, Poisoned Pasts conecta el legado del apartheid con debates contemporáneos sobre ética, regulación y justicia transicional, incluidos los procesos impulsados por la Truth and Reconciliation Commission.

Objetos cotidianos fueron usados por el programa del gobierno del apartheid. (Fotografía de Eduardo Quintana - MUPA)

Marabastad: una ciudad posible que fue fragmentada

Marabastad fue un espacio multirracial y cosmopolita violentado por el régimen del apartheid. (Fotografía de Eduardo Quintana - MUPA)

En un registro distinto pero complementario, la exhibición Marabastad del Museo Ditsong se centra en la historia de un barrio de Pretoria que encarnó, durante décadas, una convivencia multicultural hoy difícil de imaginar. Antes de la imposición sistemática del apartheid, Marabastad fue un espacio multirracial y cosmopolita donde convivían personas negras africanas, comunidades “coloured” y sudafricanos de origen indio.

El barrio albergaba viviendas, comercios, mercados y una intensa vida comunitaria. El Asiatic Bazaar se consolidó como un núcleo económico y social, mientras que iglesias, mezquitas y templos —como el templo hindú Mariamman, que aún permanece en pie— daban cuenta de una diversidad religiosa poco frecuente en la narrativa oficial de la época.

A través de fotografías, documentos y objetos personales, la exposición reconstruye la vida cotidiana del barrio: el trabajo, los intercambios culturales, las redes sociales y las prácticas compartidas que desafiaban, en la práctica, la lógica racial que luego impondría el Estado.

Marabastad era un barrio multicultural de Pretoria. (Fotografía de Eduardo Quintana - MUPA)
El quiebre del apartheid

La violencia del apartheid se manifestó de manera directa en Marabastad mediante políticas urbanas de segregación. Con la implementación del Group Areas Act de 1950, el Estado comenzó un proceso gradual de expulsiones forzadas. Las personas negras africanas fueron trasladadas a Atteridgeville a partir de 1945; la población “coloured” fue reubicada en Eersterust durante los años sesenta; y hacia finales de esa década, alrededor de 1968, los sudafricanos de origen indio fueron forzados a mudarse a Laudium.

Estas reubicaciones implicaron la pérdida de hogares, trabajos y redes comunitarias, y transformaron de forma irreversible el tejido social del barrio. A diferencia de otros casos emblemáticos como Sophiatown o District Six, Marabastad no fue demolido por completo. Sin embargo, muchas viviendas desaparecieron o fueron sustituidas por edificios comerciales y mercados, y el área atravesó procesos de deterioro urbano y conflictos en torno al uso del espacio.

Hoy, Marabastad sigue existiendo, pero ya no como aquella comunidad residencial diversa. Es principalmente un distrito comercial que conserva vestigios de su pasado multicultural —templos, mezquitas, mercados— mientras enfrenta problemas urbanos contemporáneos, asentamientos informales y disputas entre comerciantes y autoridades.

El Asiatic Bazaar y los comercios dieron forma al barrio multicultural. (Fotografía de Eduardo Quintana - MUPA)

El museo como puente y testimonio

En conjunto, Poisoned Pasts y Marabastad muestran el potencial del Museo Ditsong como un espacio que conecta escalas distintas de la historia sudafricana: desde los laboratorios secretos del apartheid hasta las calles de un barrio fragmentado por la segregación. En ambos casos, el museo no se limita a exhibir objetos o relatos cerrados, sino que asume una posición política en el sentido más amplio: evidenciar contradicciones, visibilizar resistencias culturales y preservar memorias que el poder intentó silenciar.

El Ditsong se presenta así como un puente entre ciencia, ciudad y ciudadanía, pero también como un testimonio vivo de que la memoria no es un ejercicio pasivo. Recordar, en este contexto, es una forma de resistencia y una herramienta para pensar el presente y el futuro de la ciudad y del país. Un país que todavía enfrenta grandes contradicciones y desigualdades.

Marabastad hoy ya no es un barrio cosmopolita. (Fotografía de Eduardo Quintana - MUPA)