Del chisme al archivo: Sonia Cabrera y las ficciones verdaderas del Paraguay
Por Natasha Gougeon
Sonia Cabrera recuerda nítidamente la textura de los fascículos de arte de la Editorial Rizzoli que coleccionaba de niña. Recuerda los colores brillantes, los Botticelli, el peso del papel en sus manos. Acudía a la antigua Librería Castelar frente a la Plaza Uruguaya, con cinco guaraníes en el bolsillo, y escogía comprar cómics sobre Tarzán, algunos de monstruos y vampiros, y sobre historia del arte.
No sabe cuándo empezó a leer, pero sí que siempre dibujó al margen de todos sus cuadernos. Recuerda que en su casa no había libros, excepto una Biblia y una enciclopedia, ambos releídos más de una vez. Recuerda pasar fines de semana con su tía Ercilia, quien le recalcó la importancia de la lectura, y su abuela Otilia, quien la incitó a explorar lo lúdico, jugando a adivinar el futuro con una bola de cristal. A día de hoy, el Paraguay de entonces, y los cariños de la infancia, continúan resonando en su obra.
Nacida en Asunción el 28 de agosto de 1958, Cabrera comienza a formarse como artista a los doce años en la Academia de Bellas Artes, donde estudió pintura, escultura, anatomía e historia. Mientras en sus estudios se concentraba en ánforas griegas detalladas en carboncillo, o el fino relieve de una hoja de uva, en casa dibujaba animales, rostros, y escenas abstractas con diversos contornos y sombras.
Pero el arte nunca fue únicamente una herramienta visual; para Cabrera, sus pinturas y carboncillos eran tan esenciales como la palabra. De adolescente ya participaba en la Academia Literaria, y escribía cuentos cortos sobre manicomios, sobre psiquiatras que se refugiaban en úteros, y amantes con tendencia a transformarse en chicharras. Hoy, los temas que abundan en la obra de Cabrera son aquellos que lidian con el dolor, la pérdida, la violencia, y en especial el ser mujer, con mucha influencia de su propia experiencia y su amplia investigación sobre la dictadura y el exilio.
Su obra más prolífica hasta la fecha es Konkubinas de Dictadores, un blog multimediático escrito por su alter ego, la concubina Otilia Heimat. Esta obra, con casi quince años de recorrido, mezcla la memoria con la ficción, la historia con la subjetividad, imagen, texto y animación.

Aunque el proyecto nace oficialmente en el 2011, el vástago aparece en 1998 cuando Cabrera lee por primera vez Madama Sui de Augusto Roa Bastos, que gira en torno a la experiencia de la protagonista como una de las mujeres preferidas del dictador Alfredo Stroessner. Cabrera relata tener una reacción visceral, violenta, a esta historia cuyo corazón no atraviesa la realidad de una mujer forzada a ser amante de un dictador, sino que por las fantasías de… un viejo verde. Tiene sentido, entonces, que las Konkubinas van fermentando a lo largo de la siguiente década desde un punto de inflexión importante: el escritor paraguayo más celebrado, la dictadura más longeva de Sur América, y estas mujeres que atraviesan el tiempo y el espacio, las fronteras de lo real y lo imaginado, para habitar el inconsciente de Sonia Cabrera.
Antes del alumbramiento del proyecto como existe hoy, algunas de sus partes ya iban materializando en otras texturas, formatos. Durante sus estudios en el Camberwell College of Arts de Londres, Inglaterra, Cabrera lleva a cabo varias obras relacionadas: Soy el Juguete de los Ricos, en la cual mezcla escritura, video, collage, y lo lúdico, para explorar esas vivencias femeninas bajo el yugo de la violencia.
En otra, crea una serie de relatos sobre el exilio que van dialogando con imágenes y remiten a su propia vivencia. Escoge mezclar el bordado, el metal y la fotografía para formar siluetas de mujeres acompañadas de palabras duras, ofensivas, y de las cuales ella, y su obra, no huyen.
Konkubinas de Dictadores nace, según la artista, desde una observación del pasado, y específicamente de la historia oral que se percibe en el Paraguay, como lo son el chisme de vecindario o la “Radio So’o”. Cabrera inventa este personaje inhabitado de la concubina, pero basa sus publicaciones en historias reales que le llegan a través de la vid, por parte de amigas o conocidas, o en su extensa investigación en el Archivo Nacional de juicios sobre crímenes, violaciones e incestos.
La concubina Otilia Heimat firma cada publicación, existe en redes sociales, en obras varias; representa con sus ficciones reales la intersección entre lo reconocido y lo callado. El silencio es una herramienta fundamental en la perpetuación de la violencia, y por eso mismo, Heimat se convierte en una voz que representa a un océano de mujeres que fueron calladas, o que guardan el silencio en un intento de autopreservación en un Paraguay que aún se jacta de sus violencias, de sus estructuras autoritativas y de la herencia viva de la dictadura.
En las obras de Cabrera, Konkubinas de Dictadores se posiciona como una galaxia que va dando a luz a diferentes constelaciones, una fuente eterna de creación que le permite explorar los temas que más le llaman. Uno de estos ecos deviene en la exposición del 2019 en El Cabildo: la Secretaría Técnica de la Mujer.

Cabrera imagina a una de sus concubinas, denominada Cassandra e interpretada por la actriz Gabriela Cubillas, en un Paraguay poststronista o de la transición. Esta mujer encuentra una posición cómoda en el instituto gubernamental ficticio Secretaría Técnica de la Mujer. La estética de esta performance mezcla la burocracia paraguaya con el lenguaje de la ganadería: frases y títulos que suenan a documentos oficiales pero remiten, implícitamente, al trato cosificado hacia los cuerpos femeninos, como si vacas.
Durante la performance, cualquier persona, humana u otra, podía acercarse y solicitar un “Certificado de mujer noble y sacrificada”. El proceso era tomado seriamente: entrevista, sello, firma, escritorio, pelo largo, uñas rojas, y un pequeño cartel con el monto del salario mínimo vigente. Cabrera crea en ese intercambio con su audiencia una instancia repleta de humor e ironía, recalcando con una simpleza que denota su gran complejidad, sus diversas críticas al panorama contemporáneo en Paraguay: la burocracia excesiva, la corrupción, el poder ejercido por sobre los cuerpos y decisiones femeninas, la remuneración laboral y la precariedad de las instalaciones públicas.

Pero Cabrera no solo parodia a las instituciones, sino que apunta a algo más profundo: cómo el discurso estatal sobre los derechos de las mujeres muchas veces se vuelve decorativo. La Secretaría Técnica de la Mujer, ficcional pero remitente a la realidad, funciona como un espejo incómodo donde se ve reflejada la distancia entre lo que se proclama y lo que se efectúa.
La figura de la “mujer noble y sacrificada” condensa ese ideal de feminidad útil, premiada por su obediencia y su rol funcional dentro del sistema. El certificado que se otorga, a pedido y mediante un trámite vacío, evidencia que ese reconocimiento no tiene valor real: no sirve para nada y no dignifica a nadie. Solo reproduce, con estética oficial, la misma lógica que critica.
El universo de las Konkubinas continúa expandiéndose a medida que Cabrera divisa los hilos que estiran a sus personajes, quienes siempre se encuentran en el panorama local y son sujetas a las adversidades sociales y prácticas de un Paraguay que fue dictadura y permanece aún bajo esta herencia. Mientras tanto, Cabrera expresa un simple deseo: que Konkubinas de Dictadores permanezca accesible a todo tipo de público. Como los artistas del medioevo, quienes son anónimos y cuyas obras persisten.
Sonia Cabrera, en el rol de la concubina Otilia Heimat, llevará a cabo una performance este 29, 30 y 31 de agosto en la exhibición colectiva de arte interactivo Reactivo 2025, mientras que en septiembre, en la galería K, Arte y Naturaleza, mostrará un mayor rango de obras propias en una exposición individual, con curaduría de Sandra Dinnedhal.
Por último, Cabrera deja a un mensaje a jóvenes artistas del Paraguay, a través de la siguiente ilustración de Goya:
